CLARIBEL
ALEGRÍA
Autora de mayo de 2016
Claribel Alegría nació el
12 de mayo de 1924
en la ciudad de Estelí en Nicaragua. Su padre
fue Daniel Alegría, médico nicaragüense, y su madre, Ana María Vides,
salvadoreña. Claribel se considera a sí misma salvadoreña, ya que transcurrió
su niñez en la ciudad de Santa Ana
al occidente de El Salvador. A la edad
de ocho años, Alegría presenció la masacre de más de treinta mil campesinos e
indígenas en El Salvador.
Claribel Alegría tuvo la dicha de tener como lector
y crítico al Premio Nóbel de Literatura Juan Ramón Jiménez. Buen inicio de esta
mujer (mitad nicaragüense, mitad salvadoreña) quien dedicaría su vida al cultivo
de las esencias del verbo poético.
Poeta centroamericana
nacida en Estelí, Nicaragua, en 1924. Desde muy niña se trasladó y vivió
con su familia en El
Salvador y en 1943 viajó a EE.UU. donde obtuvo el título en Filosofía y Letras
por la Universidad George Washington.
Después de residir por varios años en EE.UU., contrajo matrimonio y viajó por diferentes países, regresando a Nicaragua en 1985 para servir de baluarte en la reconstrucción de su país.
Ha publicado una veintena
de libros de poesía y narrativa así como muchos testimonios históricos. Es
además traductora de algunos
poetas norteamericanos y autora de la publicación «Nuevas voces de
Norteamérica». En 1978 obtuvo el
premio Casa de las Américas por Sobrevivo,
y en el año 2000, el Premio de Poesía de Autores Independientes.
La conocimos por su novela: “Cenizas de Izalco”,
que narra los terribles sucesos de 1932. Y luego su
larga trayectoria como poeta. Algunos títulos: Anillo de silencio (poesía, México, 1948,
recopilado por Juan Ramón Jiménez y su esposa Zenobia, con prólogo de José
Vasconcelos), Huésped de
mi tiempo (poesía, Buenos Aires, 1961), Aprendizaje (antología poética, San
Salvador, 1970); Juego de
espejos (novela breve, revista Repertorio, Costa Rica, 1970); Pagaré a cobrar y otros poemas
(selección de varios libros poéticos, Barcelona, 1973), Sobrevivo (poesía,
Premio Casa de las Américas, La Habana, 1978); La encrucijada salvadoreña (ensayo, 1980); Suma y sigue (Madrid,
1981. Es una antología poética preparada y prologada por Mario Benedetti), Álbum familiar (novela,
San José, Costa Rica, 1982);
Nicaragua, la revolución sandinista: una crónica política 1855-1979 (ensayo,
México D. F., 1982); No me
agarran viva: la mujer salvadoreña en la lucha (testimonio, México
D. F., 1983); Para romper
el silencio: resistencia y lucha en las cárceles salvadoreñas
(testimonios, México D. F., 1984);
Pueblo de Dios y de Mandinga (novela, México D. F., 1985); Despierta, mi bien despierta
(novela, San Salvador, 1986); La
mujer del río Sumpul (poesía, Roldanillo, Colombia, 1987); Y este poema río
(Managua, 1988) y Variaciones
en clave de mí (1988), Fuga
de Canto Grande (testimonio, 1999. Somoza, expediente cerrado. La historia de un ajusticiamiento
(testimonio, Managua, 1993; El
niño que buscaba a ayer (narrativa juvenil, México D. F., 1996,
segunda edición); Clave de
mí (poesía, San José, Costa Rica, 1997, con prólogo de Mario
Benedetti), Umbrales
(poesía, San Salvador, 1997); Luisa
en el país de la realidad (prosas y poemas, 1987; San Salvador,
1997) y Saudade
(poesía, Madrid, 1999).
Muestra poética
Son
altas
Son altas las columnas de mi sueño,
Van hacia el canto con los pies
descalzos,
Del fondo de mí misma se levantan
Y suben por el viento en espirales.
A veces las sorprendo entre las
nubes,
En la tarde dorada, en las
estrellas;
En todo lo que es bello se detienen
Y siguen en su viaje iluminadas.
¡Qué finas las columnas de mi sueño!
Casi se me confunden con la niebla,
No las puedo ver más, angustia,
sombra...
¡Qué miedo de que caigan y se
quiebren!
¡No, no pueden caer, van hacia el
canto,
hacia el canto que es suyo y las
espera!
¡Del fondo de mí misma se levantan
y suben por el viento en espirales!
De
súbito
De súbito
Como el silbato oscuro de los trenes
Surge en mí tu presencia.
Canta en el aire un gallo.
Recorro nuestra vía
Con tus signos:
Faros rojos
Y verdes,
Silencios amarillos
Que yo pasé de largo.
Huele a Santa Ana el aire,
A tu gabán volando en el pasillo.
Sigue cantando el gallo
Ya no estás.
Me
gusta palpar hojas
Más que libros
Revistas
Y periódicos
Más que móviles labios
Que repiten los libros,
Las revistas,
Los desastres,
Me gusta palpar hojas
Cubrirme el rostro de hojas
Y sentir su frescura
Ver el mundo
A través de su luz tamizada
A través de sus verdes
Y escuchar mi silencio
Que madura
Y titila en mis labios
Y se rompe en mi lengua
Y escuchar a la tierra
Que respira
Y la tierra es mi cuerpo
Y yo soy el cuerpo
De la tierra
Claribel.
La
mujer del río Sumpul
Ven conmigo
subamos al volcán
para llegar al cráter
hay que romper la niebla
allí adentro
en el cráter
burbujea la historia:
Atlacatl
Alvarado
Morazán
y Martí
y todo ese gran pueblo
que hoy apuesta.
Desciende por las nubes
hacia el juego de verdes
que cintila:
los amates
la ceiba
el cafetal
mira los zopilotes
esperando el festín.
"Yo estuve mucho rato
en el chorro del río"
explica la mujer
"un niño de cinco años
me pedía salir.
Cuando llegó el ejército
haciendo la barbarie
nosotros tratamos de arrancar.
Fue el catorce de mayo
cuando empezamos a correr.
Tres hijos me mataron
en la huida
al hombre mío
se lo llevaron amarrado."
Por ellos llora la mujer
llora en silencio
con su hijo menor
entre los brazos.
"Cuando llegaron los soldados
yo me hacía la muerta
tenía miedo que mi cipote
empezara a llorar
y lo mataran."
Consuela en susurros
a su niño
lo arrulla con su llanto
arranca hojas de un árbol
y le dice:
mira hacia el sol
por esta hoja
y el niño sonríe
y ella se cubre el rostro de hojas
para que él no llore
para que vea el mundo
a través de las hojas y no llore
mientras pasan los guardias
rastreando.
Cayó herida
entre dos peñas
junto al río Sumpul
allí quedó botada
con el niño que quiere
salir del agua
y con el suyo.
Las hormigas le suben
por las piernas
se tapa las piernas
con más hojas
y su niño sonríe
y el otro callado
la contempla
ha visto a los guardias
y no se atreve a hablar
a preguntar.
La mujer junto al río esperaba la
muerte
no la vieron los guardias
y pasaron de largo
los niños no lloraron
fue la Virgen del Carmen
se repite en silencio
un zopilote arriba
hace círculos lentos
lo mira la mujer
y lo miran los niños
el zopilote baja
y no los ve
es la Virgen del Carmen
repite la mujer
el zopilote vuela
frente a ellos
con su carga de cohetes y los niños
lo miran
y sonríen
da dos vueltas
y empieza a subir
me ha salvado la Virgen
exclama la mujer
y se cubre la herida
con más hojas
se ha vuelto transparente
se confunde su cuerpo con la tierra
y las hojas
es la tierra
es el agua
es el planeta
la madre tierra
húmeda
rezumando ternura
la madre tierra herida
mira esa grieta honda
que se le abre
la herida está sangrando
lanza lava el volcán
una lava rabiosa
amasada con sangre
se ha convertido en lava
nuestra historia
en pueblo incandescente
que se confunde con la tierra
en guerrilleros invisibles
que bajan en cascadas
transparentes
los guardias
no los ven
ni los ven los pilotos
que calculan los muertos
ni el estratega yanqui
que confía en sus zopilotes
artillados
ni los cinco cadáveres
de lentes ahumados
que gobiernan.
Son ciegos a la lava
al pueblo incandescente
a los guerrilleros disfrazados
de ancianos centinelas
y de niños correo
de responsables de tugurios
de seguridad
de curas conductores
de cuadros clandestinos
de pordioseros sucios
sentados en las gradas
de la iglesia
que vigilan la guardia.
La mujer de Sumpul
está allí con sus niños
uno duerme en sus brazos
y el otro camina.
Cuénteme lo que vio
le dice el periodista.
"Yo estuve mucho rato
en el chorro del río."