ALBERTO LÒPEZ SERRANO
Autor de enero 2017
Datos Biogràficos
Cantón Entre
Ríos (Colón, La Libertad), 8 de enero de 1983. Profesor de matemáticas e
inglés. Director de la Casa del Escritor - Museo Salarrué. Miembro de la
Fundación Cultural Alkimia. Coordinador
de los Miércoles de Poesía de Alkimia y Los Tacos de Paco desde enero 2008.
Director del Festival Internacional de Poesía Amada Libertad (cuarta edición en
julio 2017). Gestor cultural. Facilitador de talleres literarios.
Libros de poemas
publicados hasta la fecha:
“La Nave Que
Falta”, Alkimia Libros, 2007.
"Cien
Sonetos de Alberto”, Alkimia Libros, 2009.
“Y qué
imposible no llamarte ingle”, Editorial La Cabuda Cartonera, 2009. Segunda
edición, Editorial EquiZZero, 2011.
“Montaña y
otro poemas”, Editorial
Equizzero, 2010.
“El domador
de caballos”, Alkimia
Libros, 2013.
“Cantos para
mis muchachos”, Zeugma
Editores, 2014.
Incluido también
en las siguientes publicaciones:
“Taller
Literario Serpientemplumada. Antología poética”, Soyapango, 2004.
“Retornos”, antología poética del Taller Literario Serpientemplumada,
Soyapango, 2009.
“Una
madrugada del siglo XXI”, antología de poesía joven salvadoreña compilada por el poeta Vladimir
Amaya, San Salvador, 2010.
“Segundo
índice antológico de la poesía salvadoreña”, compilada por el peta Vladimir Amaya. Índole
Editores, 2014.
“Torre de
babel. Antología de la poesía joven salvadoreña de antaño”, volumen XIV Los huérfanos grises,
compilada por Vladimir Amaya. Editorial EquiZZero, 2015.
"Quizás
tu nombre falte",
antología compilada por Vladimir Amaya. Zeugma Editores, 2016.
Blog personal: megasalbertos.blogspot.com
Selección de poemas
De "La nave que falta"
LA NAVE QUE FALTA
El muelle bien construido me sostiene
y aguardo la salida de mi nave.
Mar y alto faro, ¿quién de ustedes sabe
por qué barca la espera me retiene?
Filas de naves sin final contiene
que al ojo pareciera más no cabe;
sin barca para el mar undoso y grave
sólo un espacio el triste muelle tiene.
Camino entre las velas que se agitan
por los vientos que al mar las precipitan
a buscar la brillante luz del día.
Impacienta a las naves la partida
y no encuentro mi nombre en la salida.
La que hace falta, ¿no es la barca mía?
EL MAR ME DICE
El mar me dice: «¿Por qué, dulce Alberto,»
‒bramando en cada sílaba‒ «tu sueño
persiste sin tener ni el más pequeño
signo del barco ansiado por el puerto?
¿A quién has de ofrecer del casto huerto
las cosechas? ¿A quién irá el empeño
de tus manos? ¿Por qué dejas el ceño
en vigilia y el muelle siempre abierto?
¿Por qué quedarte en esperar eterno
de lo que no será? Contesta, tierno
Alberto, ¿a quién esperas silencioso,
fija en el horizonte la mirada?»
‒Quizás espero inútil la llegada
de un barco que no existe ni en esbozo.
De "Cien
sonetos de Alberto"
COMPAÑERO
a Walt Whitman
Bello pastor del cántico liberto,
silvestre voz feliz del verso crudo,
también adoro al hombre que desnudo
nada en el río con latido abierto.
También sé que me adoras y lo advierto
en tu insondable carne que, a menudo,
está tumbada sobre el pasto mudo
viendo nadar mi cuerpo descubierto.
¡Oh compañero, abrasa mi locura,
yo abrazo tus caderas y cintura
que, libres, sin cesar, como cualquiera,
se entregan al placer desenfrenadas.
Oh amante de robustos camaradas,
también yo te amo a ti, como a cualquiera.
ENGAÑO
¿Qué mejor que un engaño me darías?
Por eso yo lo extiendo en la ventana
y contemplo su voz oscura y vana
con los delirios de las manos mías.
Yo palpo con mis ojos mediodías
que bordan de la noche su mañana,
y me clavo los labios en la gana
de ver ardientes brasas en las frías.
Manténme la ficción encadenada,
como quien lima sin ninguna prisa,
no sea que ya libre se haga nada.
Qué mejor me darías que un engaño,
como quien entretiene, año tras año,
la brasa consumida en la ceniza.
De "Y qué
imposible no llamarte ingle"
XXIV
¿En qué piensas cuando incendias a un arcángel con tu
saliva
que de labio a labio bulle transparente?
¿En un beso no más?
¿En el húmedo trueque no más?
¿En arcángel que ansía calcinarse?
¿En las carbonizadas alas?
Yo pienso en el beso,
el trueque,
y que prenderme fuego es lo que ansío.
Por eso busco en tus labios la chispa que mi
pólvora desate,
la chispa que me incendie todos los sentidos,
todas las costumbres.
¿En qué piensas al quemar las alas
del arcángel?
No temas carbonizarlas,
hace mucho que me incomodan,
hace tanto que me estorban
tal como quien dice “¿Y esas alas?”
Un beso ansío,
un trueque,
y un arcángel liberado en tu saliva.
XXIX
Saber que vienen de gozarse juntos
por las chispas que salen de sus ojos,
a nadie se le oculta,
ni a Esquilo.
Se leen los copiosos besos en ambos cuellos,
muestran sus manos la indecorosa gloria de los muslos,
olor del vicio en las mejillas suaves,
destilan el deseo corrupto y consumado con cada paso,
arrastran sus miembros desbaratados en lascivia,
en la frente los sellos de ardor desmesurado,
y en la espalda el sudor con voz que los delata.
A nadie se le oculta,
ni a Esquilo,
de dónde es que venimos esta noche…
De
"Montaña y otros poemas"
MONTAÑA
VIII
Soy feliz en la montaña, soy una piedra que se esconde
de los labios que le ríen, sangro más que el arroyo, me alimento de hierbas. No
hay piedra más triste, debo olvidar el calor de las calles. Me escondo, soy
feliz en la montaña, en el paso del río, en las nubes, en la lluvia que acendra
mis músculos verdes. En el espejo del río a las nubes canto con mi lengua de
hierro, bebo musgos y caracoles, bebo el sol que se re-vuelca en la piel del
agua y soy feliz en la montaña.
VISIÓN DEL FIRMAMENTO
Ha de ser -se me ocurre- que me despierta el sueño y
que la noche más no canta, que guardó su voz de flauta leve lejos de las
piedras en el río, de las altas ramas en los árboles, de roce so-bre una blanda
y tibia piel. Y es muda la sombra en el palor del cielo y tibio el palpitar de
los pasos cuando apenas brillan lejos las estrellas. De mí mismo en la sombra
dudo, y resuena todo el mundo en una esfera incierta y dividida, en la niebla
que es presagio del frío, del sueño. Ah la intensa voz del infinito que colma
los rincones de mi techo, la voz que soy yo mismo, la voz del silencio de esta
noche, que es otra noche que me acuesto solo.
De "El
Domador de Caballos"
HELENA
No es Helena quien te está esperando
con dorados bucles en su alegre cara
cuando subas alto en los muros derrotados.
Verás la sombra de una idea,
el fantasma de un perro desquiciado que te ronda.
Te acercarás para sitiarlo
y sus dientes de niebla habrán de traspasarte.
No es Helena quien te espera.
Debió quedarse en Pafos, Tiro o Menfis.
Nunca estarás en Troya.
Sus murallas siempre han de caer bajo el látigo ciego
de tus días triunfales.
No es Helena.
Tampoco te amará morbosamente. No es Helena.
Será la mordida de un recuerdo,
la ficción de un encuentro que planeaste,
una jauría de lobos sobre el tejado azul,
en su boca negra verás a Casandra por fin muda en su
advertencia loca,
en su boca negra verás a Hécuba llorar amargamente por
ti.
No es ella.
Un reflejo masticado,
el eco débil de un grito contra el muro,
el golpe sordo del caer los velos en el mármol,
un lejano tambor que se congela,
sombras que bailan cuando el aceite en la lámpara se
está acabando.
No.
¿Y después de la caída?
Hormigas devoran tu equipaje nuevo.
Un brindis,
y un perro sonríe como un dios dormido que no acepta
libaciones ni jactancias.
Cuando subas por las Puertas Esceas,
cuando corras los velos para ver hacia abajo a
llanura,
cuando se queme la luz sobre tu cara
y admires la sombra opaca de la idea que esperabas
encontrar después del triunfo,
sabrás entonces que no es Helena quien te está
esperando.
PYRRA AQUILEA
Tetis teje piedras con la arena.
Los bordes le desgarran la piel blanda de los dedos.
El pálido rostro perdido en los ojos del vacío.
Y los pies de plata mastican olas de purpurina
y de su propia sangre.
Hallaron los cabellos cortados en el lodo,
rubio vellón a destajo trasquilado.
¿Tres disparos en el tórax no bastaron, Ménades?
Le rasgaron el vestido y la sandalia azafranada.
Las uñas le quebraron y los dedos.
¿No saciaron, Ménades, con sangre el odio?
¿No retuercen la calle y sangre escurre?
Tetis se levanta gris entre las olas.
Abraza a las nereidas que han llegado y que le cantan.
Abraza los recuerdos que la queman.
Camina sola en la caliente arena.
Ruidosa cae al reclamar a Zeus…
Un río se abre paso hacia el océano.
Hija de Tetis, Aquilea de veloces pies,
más rápido corrieron los disparos,
más rápido caíste en la acera sorda.
Y tu sangre…
Tetis desgarró su largo peplo.
Peleo arrancó la tierra con sus dientes.
Patroclos desgarró su amante corazón en mil astillas.
Las Ménades dirán “Matan hombre disfrazado de mujer”.
Las Ménades cantarán a su dios de odio en gratitud.
Aquilea de veloces pies, hermosa,
no sabrán desgarrar la lucha diaria que has dejado.
Verás que la sangre y purpurina generan más la lucha,
y con Peleo y Tetis llevamos tu mensaje.
Las manos diversas se levantan.
De "Cantos para mis
muchachos"
47
Fuiste llama en mi antorcha muy ardiente,
me dejaste por una fácil cama,
que pronto te dejó por otra llama:
¡Némesis me atendió muy, muy sonriente!
88
¿Me podré contener cuando lo vea?
¿Podré frenar si acerca a mí sus labios?
Querré acercarlos más y más, despacio,
hasta perderme firme en su belleza.
163
Preguntas, si besarte quiero, Esteban,
cuántos besos espero que me brindes;
y sabiendo que en tal empresa rindes
incansable y dulcísimo, no llevan
mis labios límite a tu boca atenta,
pues poco besa quien los besos cuenta.
24
Amable dios de placentero oficio,
ardiente flechador, Eros funesto,
¿por qué provocas a dejarme enhiesto,
fogoso al traspasar tu dulce vicio
y me niegas tu flor cuando ya inicio?
Mas si dejar tu oficio me he propuesto,
más abierto tu ardor y más dispuesto
me ofreces provocándome el desquicio.
Cuando yo quiero actuar, tú no me dejas;
cuando no quiero arder, dejas las quejas,
celeste niño en tu jugar astuto.
¡Cómo acabar si al comenzar te apartas?
¡Cómo ser casto si tu culo ensartas?
Ni ser me dejas casto ni ser puto.
57
Tiene el amor
eléctrica la fibra
que enlaza
(mientras luz al ojo estalla)
un rostro que a
través de cables vibra
y un te amo
aparece en la pantalla.
Amantes que, buscando
sus pasiones,
revelen la
verdad sobre su estado,
pues Eros, que
los llena de ilusiones,
los ata con los
dardos de un teclado.
Trenzando con
sus alas cada paso,
de Eros la
antorcha inflámales a verse,
el bello dios
los mueve a conocerse,
y en el
incendio de la antorcha acaso
encuentren el
Amor en un extraño
si de las suyas no hace el
Desengaño.
61
Dialogando los
dioses en sus salas,
la de Kypris
ardientes abarrotan.
Mas Eros,
cuando aquellos no lo notan,
usa sus
máquinas y, por sus alas,
niega cámara y
usa falsas fotos.
Provocó que
Ares fuera con Dioniso
y este enfadara
por lo que Eros hizo.
Una vez le dejó
los cascos rotos
a Pan por
perseguir a Ganimedes
en una falsa
cita de las redes.
Zeus casi lo
fulmina y, ni por eso,
Eros deja sus
juegos en las salas.
Burlándose
sonríe, abre sus alas
y déjanlo ir
los dioses al travieso.
62
En charlas
inmortales demorado,
Eros frente a
su máquina, sonriente,
describe su
belleza al remitente,
pues cree de él
haberse enamorado.
Aunque la
imagen de su nuevo amado
no conoce,
seguro está que siente
consumirse por
él de amor ardiente
y su más grande
flecha se ha clavado.
Seguro que su
amado es como Apolo
o Hermes,
Dioniso, a dioses igual sólo,
lo eleva a la
belleza hasta el extremo.
Y tras bajar al
mundo por su cita,
raudo al Olimpo
el vuelo precipita
al darse cuenta
que era Polifemo.
De "Pon el Sol"
(inédito)
PON EL SOL
Los jardines mueren
ya en podrido lodazal
y sus flores pasto son
de gusanos. ¡Pon el sol!
Hasta el mirto, sin aroma,
se entristece con sus hojas.
Tanta el agua, oh patrón,
que nos mandas. ¡Pon el sol!
Ya no salen a correr
mis amigos, del llover
se aburrieron, ¡así son!
No más agua. ¡Pon el sol!
En los pozos del brocal
sale el agua sin parar.
Ya no cabe, mi pastor,
más tormenta. ¡Pon el sol!
San Isidro, ni los sapos
chapotean, cruzan brazos
y bostezan, “Chaparrón
te pedimos.” ¡Pon el sol!
Los tomates de papá
se perdieron; mi mamá
se queja por las goteras
y la humedad. ¡Pon el sol!
Junto al río el maizal
se ha lavado, y el canal
para el riego no me es hoy
la gran cosa. ¡Pon el sol!
Ya ni quiero ver tus vacas,
los potreros no se pasan,
ay, qué lodo, ay señor,
quita el agua. ¡Pon el sol!
LA LUNA MOJADA
La Luna sedienta se fue para el río.
La Luna mojada hoy muere de frío.
Con negros caballos su carro de plata
todito se moja, todito, ¡qué ingrata!
Sentada la Luna pone entre sus piernas,
encogida de hombros, sus manos muy tiernas.
Al viento no vuela su blanco cabello
pues va recogido pegado a su cuello.
Sus labios tiritan y castañetean
sus dientes. Sus bucles su frente chorrean.
Su ropa de plata, al cuerpo pegada,
hostiga a la Luna, la Luna empapada.
¡Quién te manda, Luna, a que te arrodilles
al borde de un río y que trastabilles!
¡Quién te manda, Luna, a beber sin vaso
y por descuidada resbales tu brazo!
Ay Luna de plata, tus ropas muy bellas
espera que sequen viendo las estrellas.
Y cuando estés seca, te marchas volando
a hacer tu tarea: muy bello cantando
a todos los niños canciones de cuna
y tengan sus sueños
arrullos de Luna.
Tres
poemas infantiles inéditos
El pan de la
luna
Ay, Luna, Luna,
pálida estás.
¿Y tu canasta
llena de pan?
Dime, Señora,
¿quién te hizo mal?
Cuéntame todo,
albo comal.
¿quién te hizo mal?
Cuéntame todo,
albo comal.
"Tuvo mucha hambre,
al despertar,
el sol del alba,
y qué más da,
le di mi cesta
llena de pan,
y para otros
no tengo ya,
pero no olvido
nunca al hornear
al bello niño
de tu cantar.
Y aquí le guardo,
junto al hogar,
siempre caliente
su dulce pan.
llévale pronto,
no hago esperar,
si no a la escuela
tarde se irá.
y yo me marcho
hacia el volcán,
prenderé el horno
y ¡a trabajar!".
Come despacio,
¡mira no más!
Ay, si lo vieras,
Luna de pan.
*
Busca
Busca,
ya me escondí.
¡Ah, tras la puerta!
¡No estoy ahí!
Luego,
tras el tapiz.
¡Mala sorpresa,
no estoy ahí!
Ah,
bajo el candil.
¡No, no lo apagues,
no estoy ahí!
¡Bueno!
En el barril.
¡Aunque amo el agua,
no estoy ahí!
Ay,
Y adónde. Di.
No desesperes,
¡que estoy aquí!
*
Piojos
Cuando en nosotros piojos la cabeza
hospedaba, gustábamos las horas
en la que las manos exploradoras
nos arrancaban sumas de pereza.
En la escuela, carentes de destreza,
las maestras nos daban revisoras
cartas con las sentencias electoras.
Nuestras madres, con gran delicadeza,
amarraban pañuelos con veneno
en los despelucados, pegajosos
cabellos de nosotros. Tanto freno
se buscaba, que noche y día, ociosos,
sobre nos un pañuelo en muerte pleno,
sin bañarnos, portábamos celosos.
De Pon el sol, inédito
Alberto López Serrano, poeta salvadoreño
POESÍA ERÓTICA HOMOSEXUAL SERÁ RECITADA
EN LA LIBRERÍA UNIVERSITARIA
4 de Marzo del 2015
Como
poesía homoerótica se consideran los poemas eróticos que abordan el tema de la
homosexualidad. Este género poético es el que escribe el salvadoreño Alberto
López Serrano, quien presentará su obra “Cantos para mis muchachos” en la
Librería Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
El escritor presentará
su libro en Nicaragua, Costa Rica, Guatemala y Honduras, donde la Librería
Universitaria será uno de los escenarios donde declame sus poemas.
La comunidad
universitaria interesada en conocer la propuesta del poeta, especialista del
género erótico, está invitada a visitar las instalaciones de la Librería este
jueves 5 de marzo a las 10:00 de la mañana.
Autor y libro
Los poemas serán
declamados por su autor Alberto López Serrano, quien a sus 31 años, publicó en
diciembre del año pasado su sexto libro “Cantos para mis muchachos” que consta
de 500 poemas breves sobre la temática gay, quien lo describe como una “lectura
positiva y optimista sobre el amor en general”.
También forma parte
desde la creación en el año 2000 de la “Fundación Cultural Alkimia” que se
encarga de promover la cultura en los salvadoreños por medio de la poesía y
otros artes.