sábado, 1 de marzo de 2014

Autora de marzo 2014 - MIROSLAVA ROSALES


Autora de marzo 2014

MIROSLAVA ROSALES

Si algo caracteriza a esta nueva generación de escritores salvadoreños es la búsqueda
incansable
-desde el principio- de su propia personalidad literaria. Y es que desde la antigüedad cada
escritor necesita decir sus glorias e infiernos personales. Y eso es bueno para la literatura.
César Vallejo es César Vallejo. Octavio Paz es Octavio Paz. Roque Dalton es Roque Dalton.

Ellos únicamente se parecen a ellos mismos. Porque si en los grupos o talleres literarios
algunos se parecen a otros, cada uno quiere ser él o ella misma.

Como Dirección Nacional de Bibliotecas y Plan de Lectura presentamos como autora de marzo a Miroslava Rosales, joven escritora, en cuya obra encontramos la búsqueda constante por decir “lo suyo personal”.

Que sea ella quien se presente.

Nací en San Salvador el 14 de diciembre de 1985. Soy profesora de la Universidad de El
Salvador desde el 2012. Formo parte de la Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte y del comité editorial de la revista ARS. Pertenecí al extinto Taller Literario El Perro
Muerto. Mi trabajo aparece en la antología Nuevas voces femeninas de El Salvador (2009), del escritor Manlio Argueta, publicada por la Editorial de la Universidad de El Salvador; en
Una madrugada del siglo XXI (2010), selección, prólogo y notas por Vladimir Amaya; en
Las perlas de la mañana siguiente (2012), antología del Taller Literario El Perro Muerto; en
Ventanas de libertad (Secretaría de Cultura, 2014); en The Theatre under my Skin, A Bilingual of Salvadoran Poetry Selección: Alexandra Lytton-Regalado, Lucía de Sola y Tania Pleitez Vela. Edición y prólogo: Tania Pleitez Vela (Kalina Editorial, 2014); en la antologías virtuales: Dossier de poesía joven de El Salvador, preparado por Jorge Galán (revista
Círculo de Poesía , noviembre 2013); proyecto Poetas del Nuevo Milenio, publicado en la revista La Raíz Invertida, enero 2014; y La generación del fin del mundo. Poesía centroamericana comprometida (revista Otro Lunes, octubre 2013); y en revistas de España,Canadá, México, Colombia, Perú, Argentina y Centroamérica. Mis autores predilectos son Julio Cortázar, Thomas Mann, Katherine Mansfield, Fiódor
Dostoievski, Hermann Hesse, César Vallejo, Leopoldo María Panero, Octavio Paz, Jorge
Eduardo Eielson, Edgar Lee Masters, Carl Sandburg, William Carlos Williams, Allen Ginsberg, Sylvia Plath, Olga Orozco, T.S Eliot, William Blake, Ezra Pound, Wislawa Szymborska y Konstantino Kavafis.
Cito las palabras de William Carlos Williams en el prólogo a Howl and Other Poems
( Aullido), de Allen Ginsberg: “Los poetas están malditos, pero no están ciegos; ven con los ojos de los ángeles”. Es decir, para mí la poesía es una forma de protestar, de causar malestar, de excavar en todo aquello que se nos es dado y que por la costumbre terminamos aceptando. Es por ello que la poesía debe ser inconforme con las estructuras de la realidad. Debe ver más allá de la belleza, pero sin perder la capacidad de la ternura.

La madre
¿Sabes del corazón subterráneo, fulminante de tu madre?
¿Sabes de sus dulcísimas manzanas,
de su aroma en las tardes de invierno,
de sus canciones de mandarinas y hierba?

Ella sí sabe de tu miedo a los dormitorios sin lámparas encendidas, al descenso, a la
verticalidad del cincho y el puño.
Ella llora debajo de las sábanas mientras paseas por el sueño de aviones supersónicos con un traje de estrellas, y el río se desliza en su pequeña anatomía de pájaro ahogado. La lluvia de navajas y golpes no cesa.
Tus caricias,
el sol.
Tus caricias,
elevan.
Tus caricias,
la salvan.
Ella llora debajo de las sábanas con su boca sellada a martillazos, con un grito te dio el
universo y fue forjando desde el primer instante la ternura, te calentaba el agua antes de tu
baño y pasaba diez minutos bajo el sol para que fueras secándote poco a poco, buscaba en
sus bolsillos los últimos centavos: había que comprar la leche. Siempre fue dando a tu cuerpo
lo mejor de su tejido, a veces agrio, a veces dulce y venerable, a veces tan radiante como los
girasoles de las aceras.
Colmó de manzanilla tu corazón desde tu nacimiento.
De su tierra,
de sus luciérnagas,
de su lluvia,
fuiste formado en su vientre.

Ella,
La niña de mil años,
       madre del mundo,
       abnegada, feroz, obtusa, providente,
        jilguera, perro, hormiga, jabalina,
       carta de amor con faltas de lenguaje.
Sabe
        del huracán
                               que te dará la bienvenida cuando crezcas,
         de los sismos
                                en la entrada del mundo.

Un día te perderás en la bruma de las caídas sin que sus brazos te detengan, sin que su canto tan melancólico como el de las ballenas pueda conmoverte; para entonces, habrás perdido tanto de la transparencia que te habitaba la mirada, habrás perdido las alas de tus dedos, la melodía de tus dedos, uno a uno fracturado.
¡Cuánto desea que su vientre fuera tu único refugio!
Ella llora debajo de las sábanas.
Es vulnerable,
                         como cuando a los cinco años solitaria en los recreos leía
El principito.
Se caía en cada juego, temblaba,
                                    se orinaba en su cama y, al día siguiente, corría asustada de su crimen.

Ella llora debajo de las sábanas, por sus primeras sílabas, por tu risa en la cuna, por tus primeras fotografías. Escribe tus primeros pasos en un diario de pasta azul,
te lo dará cuando entres al pantano de los días, cuando puedas volcar los insectos de tu miedo a la página en blanco. Un día serás más grande que su sombra, y tendrás vergüenza de sus olvidos, de su tartamudeo, de su caminar inseguro en las aceras; y así, poco a poco, dejarás de buscarla, será polvo en el piso.
¡Cuánto desea que su vientre fuera tu único refugio!
No sabes del corazón subterráneo de tu madre, colmado de árboles caídos uno a uno por el
viento; de los árboles que se secaron por los veranos más asesinos, no sabes de sus
manzanas dulcísimas lanzadas al fango.
Ella llora debajo de las sábanas, enferma, hecha añicos, y repite tu nombre sin poder destruir el cielo gris que te espera, sus manos pronto dejarán de traer mariposas a tu pecho, sus manos ya no serán cántaros virtuosos.
Ella llora debajo de las sábanas.
Ella llora debajo de las sábanas mientras duermes.