martes, 1 de julio de 2014

Autora de julio 2014 - Claudia Meyer

Autora de julio 2014
Claudia Meyer


 Lo que distingue a esta voz poética del resto de su generación es la preocupación constante por descubrir y descubrirse a así misma. No es tarea fácil, en un medio en el que la gran preocupación es “contar” cosas, es entrecortar cosas y decir que es sentimiento profundo.
Nuestra autora sabe que el poeta se nutre de aire contaminado, pero también de los padres de la Patria Poética. Sabe que la lectura de poetas mayores es vital como beber agua. Sabe que el estudio de la historia literaria es vital para el crecimiento de la imaginación. Ella está consciente que de esa búsqueda nacerá su voz poética.
Para la Dirección Nacional de Bibliotecas y Plan de Lectura es un verdadero honor presentar a Claudia Meyer, como autora del mes de julio.
Claudia Meyer nace en San Salvador en1980.
Licenciada en Mercadotecnia. Poeta; articulista en temas de gestión cultural, formación en letras, audiovisuales y comunicaciones, colaborando con las publicaciones periódicas ContrAcultura, Politiquiando y Suplemento cultural 3000. A la fecha es Coordinadora Especializada de la Academia Sabatina Experimental en Ciencia y Tecnología de la Comunicación (Universidad Dr. José Matías Delgado – Ministerio de Educación). Se desempeña además como docente universitaria y correctora de textos para edición de publicaciones académicas y literarias. Desde 2010 es miembro de la Asociación Salvadoreña de Cine y Televisión.
Distinciones: Premio único de poesía de los XXXIV juegos florales nacionales de Zacatecoluca (2011) con su obra “Dédalo o el laberinto”, premio único de poesía de los XXXIII juegos florales nacionales de Zacatecoluca (2010) con su obra “Estación del frío”, y de los XXII juegos florales nacionales de Cojutepeque (2008) con el poemario “El vuelo de Ícaro”. Las tres distinciones nacionales le hicieron acreedora en 2011 del título Gran Maestre en género poesía, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la República de El Salvador.
Publicaciones: Segundo índice antológico de la poesía salvadoreña (Índole Editores/Editorial Kalina, 2014), La poesía del siglo XX en El Salvador” (Visor libros, colección Visor poesía, España, 2012), antología de poesía “Lunáticos. Poetas noventeros de la posguerra” (Índole editores, El Salvador, 2012), antología de poesía joven “Las otras voces” (Dirección Nacional de Publicaciones e Impresos, El Salvador, 2011), antología de poesía joven “Madrugada del siglo XXI (Vladimir Amaya, El Salvador, 2010), antología latinoamericana “Los ángeles también cantan” (Casa del Poeta Peruano, Perú, 2006).
Nunca le decía lo que en verdad quería decirle. Mientras, las que sufrían eran las palabras, las que no dejaba salir: se quedaban nadando en la garganta, bullían, se atropellaban, escalaban y caían derribadas. Pasó el tiempo y las palabras, las encarceladas, al estar hacinadas se agriaron; de cuando en vez una que otra lograba salir y enrarecía el aire.
Un día ella no pudo contenerlas más y las dejó salir a trompicones. Pero a las palabras ya no les interesaba lo que debían decir, solo escapar. Se arrojaron de su boca y él, maravillado, vio como un torrente de pájaros plomizos, confusos y perturbados surcó el firmamento rumbo al mar.
Si bien fue un espectáculo sombríamente melancólico, él nunca comprendió lo que ella le quiso decir.
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Dos soledades chocaron en una cruz calle. Después de conciliar daños emocionales y hacerse cargo de baches sentimentales, maquillaron sus abolladas carrocerías.
Al terminar arrancaron con sus nuevos empeños e ilusiones, con rumbo diferente, a su siguiente enfrentamiento en la próxima cruz calle.
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Deseaba locura en su vida, estaba dispuesto a permitir que llegara, recibirla y arrullarla; que se instalara en mente y cuerpo pero sobre todo que anidara en su corazón.
Quería programar el momento de su llegada, que fuese pronto, que actuara bajo sus directrices y tenerla bajo vigilancia. Creía que podrían dialogar, volverse cómplices y por ello dejarse moderar.
Él no sabía que la locura no comprende de tiempos y decisiones: llega cuando se le antoja, de formas y contenidos inesperados, sin ser de su agrado mediciones o contención; en ocasiones no llega nunca.
Mientras él planifica no sabe que la locura le acecha: ella no desea presentaciones o enfrentamiento alguno, más que acuerdos desea colarse de forma furtiva, convertir en frenesí toda prudencia… sonríe y también espera.

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Desde que lloraba antes de dormir había tenido las noches más plácidas que lograba recordar. Al acostarse tenía a mano su colección de momentos tristes -los reales y los magnificados-, hacía recuento de soledades acumuladas, de todos los hubiera podido ser y listo, lágrimas a granel.
Una noche dejó de brotar el salino soporífero y luna tras luna buscó dentro de si el llanto perdido. Cayó en cuenta que sus dolores reciclados habían caducado en sus efectos y que necesitaba de nuevas heridas para volver a conciliar pacíficamente el sueño.
Por ello expuso irracionalmente sus sentires, invirtió sus afectos en ilusiones y esperanzas que buscaban no ser compartidas. Cuando llegó la noche en que sintió un océano por corazón, tuvo la certeza que en breve volvería tranquilamente a dormir.
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Hay sonrisas plenas, amplias, blancas, vitales; sonrisas de guiño, ladeadas, lejanas, discretas, impenetrables.
Sonrisas escépticas, irónicas, de insulto, sarcásticas.
Las hay de burla, falsas, inestables, forzadas, vacías, finitas.
También las hay internas, privadas, sublimes, melancólicas.
Y hay unas pocas que simulan heridas, esas son las sonrisas tristes.
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Una vez fue feliz, sin miedo. Amó con todo lo que llevaba dentro y puesto, inclusive con lo que no tenía. Cuando quedó huérfano de afectos, la tristeza se convirtió en su adoración.
Empezó a escribir para sí y para ella, con paciencia, con esmero, con intención, sobre todo con intención. Tenía la infundada esperanza que cuando ella lo leyese, cuando fuese, sabría de inmediato que todas esas letras le pertenecían, que las haría propias.
Era ingenuo, necio, testarudo, imprudente. Insistía en lanzarse a recuperar una costa de la cual había desaparecido cartografía y mapa de navegación. Pero esa orilla por re-descubrir era lo que le hacía seguir pulsando teclas, la de las letras y las de su propio corazón.
Quiere ser feliz, otra vez, sin miedo. Remendó lo mejor que pudo sus roturas y cree estar listo para el día de volver a sentir que el mundo entero le cabe dentro.
Mientras, sigue escribiendo.