viernes, 7 de octubre de 2016

Roxana Méndez Autora del Mes de octubre 2016

Roxana Méndez
Autora del Mes de octubre 2016

autora-del-mes-octubre-okPara este octubre, el Departamento de Letras de la Secretaría de Cultura de la Presidencia nomina como Autora del Mes a Roxana Méndez, poeta, narradora y traductora.
Méndez nació en El Salvador en 1979. Es Licenciada en Idioma Inglés, con especialización en Traducción y un máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Actualmente, cursa el Doctorado en Filología Hispánica de la Universidad de Barcelona, España.
Entre sus logros como poeta se puede mencionar que, en 2003, se convirtió en Gran Maestre de poesía y, en 2011, ganó el Certamen Nacional de Narrativa Infantil, ambos de los Juegos Florales de El Salvador; en 2012, obtuvo el Premio Alhambra de Poesía Americana para Obra Inédita, en Granada, España y este año (2016) ganó en la rama de Poesía Infantil también de los Juegos Florales de El Salvador
La salvadoreña Roxana Méndez (San Salvador, 1979) es una de las voces más personales de la nueva poesía centroamericana. Ganadora en cuatro ocasiones del Premio Nacional de Poesía de su país, está considerada como la más relevante discípula de su compatriota Claribel Alegría.
Entre sus publicaciones se encuentran los libros: “El cielo en la ventana”. Este libro fue merecedor del primer Premio Alhambra de Poesía Americana para obra inédita (Valparaíso ediciones, España, 2012); “Clara y Clarissa” (Alfaguara Infantil, 2012); “Mnemosine” (Dirección de Publicaciones e Impresos, DPI, El Salvador, 2008) y “Memoria” (Universidad Tecnológica, El Salvador, 2004).
Ha sido incluida en antologías de poesía, como “El canon abierto. Última poesía en español” (Editorial Visor, España, 2015), “Humanismo Solidario. Poesía y compromiso en la sociedad contemporánea” (Editorial Visor, España, 2015); “Theatre under my skin” (Editorial Kalina, 2014); “Poesía ante la incertidumbre. Nuevos poetas en español” (Visor, 2013); “La poesía del siglo XX en El Salvador” (Editorial Visor, España, 2012); “Puertas abiertas”, (Fondo de Cultura Económica, México, 2011) o “La herida en el sol” (Universidad Nacional Autónoma de México, 2008).
Tradujo la biografía “J. M. Barrie y los niños perdidos”, que será publicada en España en el presente año.
¿Qué le parece que la hayan nombrado autora del mes y que pueda ir a compartir su experiencia con otras personas?
Para mí es muy valioso compartir con los lectores, sobre todo con los niños de El Salvador, como será en esta ocasión. Creo que es de suma importancia que los escritores acompañen, en la medida de lo posible, los procesos de formación de quienes dirigirán el país en el futuro, ya que una sociedad tiene más oportunidades de desarrollo si su nivel cultural es alto.
Las ventajas de que los niños pongan rostro a los autores de los libros que leen son muchas. Pueden comprender los textos de una manera distinta, se les despierta el interés por leer más, por conocer sobre la vida de otros escritores, dejan de ver al autor como una figura alejada e irreal y se dan cuenta de que son personas comunes como ellos, que sienten como ellos y que probablemente empezaron a escribir y a amar la literatura cuando tenían su misma edad.
Por otro lado, aprendo mucho al conocer lo que piensan los niños de mi trabajo, me doy cuenta de que ponen una gran atención a los detalles y que se hacen preguntas que no hubiera imaginado, por lo que recibo una importante retroalimentación de su parte.
Cuénteme un poco sobre la experiencia de vida como poeta, narradora, traductora, ¿cómo combina todo eso en su vida?
Yo me enamoré de la literatura antes de aprender a leer, cuando mi madre me leía cuentos o poemas. Alrededor de los catorce años empecé a escribir poemas y más tarde narrativa. La poesía y la prosa son como ramas del mismo árbol, y he tenido la suerte de recibir premios y publicar en ambas. Empecé a hacer traducciones cuando me gradué de la universidad, la última que he hecho es una biografía del autor de Peter Pan, J. M. Barrie, que saldrá publicada en España dentro de unos meses. La literatura me ha acompañado siempre, no es algo que sienta que tenga que acomodar en mi vida, más bien, acomodo como puedo todo lo demás. Gracias a la literatura he conocido lugares fascinantes y personas maravillosas a lo largo de los años.
¿Cuál sería su consejo para las personas que incursionan en la escritura o que quieren iniciar a escribir?
Mi primera recomendación es la lectura. Rodearse de buenos libros y leer lo que más se disfrute, leer es la primera forma de descubrir cómo se hace literatura. Aprender a leer con atención es importante para aprender a escribir. La segunda es sentarse a escribir y hacerlo constantemente, sobre lo que sea que nos llame la atención, practicar y practicar, después corregir y seguir corrigiendo.
Roxana Méndez, poeta y escritora salvadoreña nacida en 1979, confiesa que una de sus grandes influencias ha sido Wislawa Szymborska, poeta polaca quien señaló que todo es nuestro mientras lo contemplanos, que el ancla de los recuerdos es frágil y traicionera, porque la memoria no es un lienzo estático sino uno que cambia constantemente.


Así, en el poema «Memoria», Roxana expresa que Todo es presente ahora: mis ojos desatados / pueden ver la penumbra del cielo en este instante, / y en ese cielo inmenso, frío, extraño, distante, / vuelan aves de siempre sobre sueños pasados, pero ese cielo de ahora que sufro y que presencio / comprendo que es de un día que existió no sé cuándo. En otro poema, «Memoria y Distancia», acudimos a la casa familiar, que pervive no sobre los cimientos de la tierra sino de los recuerdos: Ya los seres han partido: / de ayer solo queda el viento / y en el viento algún latido / y en el latido un recuerdo / y en el recuerdo mi infancia, / la vida con los abuelos, (...) / y todo aquello que fue / que hoy solo existe en mis sueños

Esta permea los primeros poemarios de Roxana, Memoria (El Salvador: Universidad Tecnológica, 2004) y Mnemosine (El Salvador: DPI, 2008; publicado posteriormente en Suecia en 2008), como también el peso de la cotidianeidad, de la vida diaria.
Roxana nació y creció en El Salvador, “el Pulgarcito de América”, pequeño país centroamericano de unos seis millones de habitantes devastado en la década de los ochentas por una guerra civil en la que 75 mil personas perdieron la vida, equivalentes al 2% de la población de la época, de las cuales 80% eran civiles. Aunque el conflicto acabó en 1992, la inseguridad ciudadana persiste por la violencia de las maras, y como testigo de su tiempo, Roxana lo sabe. «Cuando comencé a escribir era muy joven y el drama de la guerra en El Salvador no afectó mi escritura en los años noventa. Y aunque la guerra no me influyó literariamente en gran medida, sí lo hizo, más tarde, la situación de violencia cotidiana de mi país. Sin duda, en la actualidad, esta situación me afecta en muchos aspectos de mi vida y en ciertas ocasiones esto aflora en los poemas. Es inevitable, dado las circunstancias terribles que tocan vivir en un país como El Salvador, donde la criminalidad forma parte de cada día, donde hay un gran número de asesinatos diarios y donde no parece haber una solución a corto y mediano plazo. Cada día es un drama. Y cada día surge un nuevo tema para escribir, temas casi siempre oscuros, terribles, que no podrían dejar indiferentes a ningún artista.» Así, en el poema inédito «La casa, presagio de una guerra», declara: El frío se avecina como un lobo perdido
a esta casa que es una cicatriz
de lo que antes fue el sueño que alguien tuvo.

Hoy la muerte deambula en los rincones
y se encuentra susurros que se escapan
y confunde siluetas en todas las esquinas.

Adentro, el miedo transita por la noche
como la oscuridad que se adentra en un pozo. Afuera, el odio una vez contenido
se desata en el viento como una tempestad.

Sus últimos poemas, comparte ella, tienen un tono más solemne y reflexivo, y procuran una reflexión más limpia, de frases más precisas que jueguen con las imágenes, que son para ella, como el uso del color en la pintura, una manera particular de expresar lo que está previamente establecido. Así, en 2012, su poemario El cielo en la ventana se alzó ganador en España del Premio Alhambra de Poesía Américana para Libro Inédito, y fue elogiado por el jurado por su gran lirismo y personalidad, agregando que su autora está llamada a convertirse en referente para las letras centroamericanas, algo que la gran poeta salvadoreña-nicaragüense Claribel Alegría comparte, cuando declaró que desde la primera vez que leyó los poemas de Roxana supo que estaba frente a una excelente poeta. «En mi opinión, se trata de una de las más importantes voces jóvenes de nuestra Centroamérica. Sabe del oficio y cada vez más se adentra en él y más en ella», pues el oficio poético implica una revisión a las raíces internas, de ahí que sus poemas más recientes sean, en sus propias palabras, «más humanos”, porque definitivamente nada humano le es ajeno a la poesía, como tampoco a la poesía de Roxana Méndez.
Un retrato por Ulises Juárez.




Hacia El Poema

Las manos desatadas por un soplo inhumano
regresan en las noches, las auroras, los días,
ánforas que trasnochan sobre láminas frías
y fiebre que congela sabores del verano.

Las sílabas secretas todavía se esconden
para encontrar senderos de antiguas lejanías,
amarillas distancias, viajantes melodías
que en el papel preguntan y en el papel responden...

Continúa el silencio, los ritmos y las pausas
y los vientos de otoño son vientos y son causas
a través de las noches, las auroras, los días...

Y siguen las palabras muriendo y renaciendo,
los pensamientos rotos que el viento va tejiendo
entre estas estaciones que no vienen vacías... 
 
Memoria

Todo es presente ahora: mis ojos desatados
pueden ver la penumbra del cielo en este instante,
y en ese cielo inmenso, frío, extraño, distante,
vuelan aves de siempre sobre sueños pasados.
Otras calles retornan y es presente en mis labios
que besan las siluetas de los que ya han partido:
los niños de otras tardes y el viento conmovido
que trae de la iglesia su aroma de incensarios,
y las beatas señoras musitando oraciones
y el abuelo en el patio cantándonos canciones
y las lentas campanas de las cinco doblando.
Las calles imprecisas retornan al silencio
y ese cielo de ahora que sufro y que presencio
comprendo que es de un día que existió no sé cuándo.



Memoria y Distancia

La casa de los abuelos
tiene las paredes blancas,
altas paredes antiguas,
antiguas paredes altas.
En los árboles del patio
se da el mango y la campana,
abajo, una fuente llora,
viejas canciones de agua...

Vuelvo al ayer y respiro
calor de tejas soleadas
y escucho el mar en la calle
y las gaviotas del alba...
Vuelvo al ayer y me encuentro
besando sombras sagradas...

 La casa es casi la misma,
su olor, sus puertas, su patio,
su luna al anochecer
y al amanecer sus pájaros.
Pero es distinto el silencio
porque no es silencio humano,
es la callada noticia
de la soledad de un ámbito...

Ya los seres han partido:
de ayer solo queda el viento
y en el viento algún latido
y en el latido un recuerdo
y en el recuerdo mi infancia,
la vida con los abuelos,
su risa, su voces blancas,
sus corazones inmensos,
y sus cabellos hermosos
blancos de harinas y sueños,
y sus manos en mis manos
y sus besos en mis besos
y mi hermana en la ventana
o correteando o durmiendo,
y mi madre cocinando
el pan en el horno viejo.
Y el bullicio de la gente
y las campanas del pueblo,
y todo aquello que fue
que hoy solo existe en mis sueños.

¡Qué inmensa la soledad
y más inmenso el silencio!

Cuánto soy en este instante,
cuánta memoria y distancia...
Una sombría dulzura
ha envuelto toda la casa...

De pronto, cae la lluvia,
y se humedece mi alma...

***
Puntos de luz recorren la grama,
el viejo sillón verde
que da hacia la ventana
está mullido y suave
y el viento levanta
las ligeras cortinas hasta el cielo.

La puerta de la habitación
trae sonidos del pasado
y casi puedo escuchar
el frío de los árboles
que chocan entre ellos.

Ayer las tinieblas lo invadían todo,
pero este día es diáfano
como el ala luminiscente
de un insecto de otoño.

***

Hay una escena frente a mí:
pájaros de la noche
se posan en el marco oscuro
de una ventana roída,
dan un espectáculo frío,
se comen las entrañas
con sus picos de hierro
que ellos mismos forjaron.

Sus voces se caen
como gotas muertas
sobre dos cauces negros.
Olvidan su forma,
su antiguo color
y su antigua música;
exhalan un vaho terrible
y desaparecen. 

***
Un día desperté
había
sobre la tierra enmohecida
una serpiente larga
del color de las ciénagas,
la tomé por la cola:
estaba muerta.

Esa noche soñé
con un campo de trigo
que mecía el invierno,
con una casa blanca de madera
y dos siluetas entre la neblina.

Una de ellas se fue,
pero la otra,
al cruzar el umbral
se perdió con las sombras
del invierno.

Crece Mi Corazón

Me encuentro algunas veces con la vida:
me mira hasta tocarme con sus voces.
Voces de sombra y sol, voces perdidas
que emergen de la noche.

Tocan mi corazón desde su lumbre
con un fuego que quiere ser caricia.
Llenan mi corazón hasta tornarlo
un himno de ceniza...

Me encuentro algunas veces con el sueño
y me inunda de rosas el pasado.
Ahí mi corazón es un destello
sin nombres ni legados.

Me encuentro algunas veces con la muerte
y es un triste silbido en el silencio.
Un íntimo sonido donde vuelve
la realidad al sueño.


Me encuentro algunas veces con la muerte...
Me encuentro algunas veces con la vida...
Todo es igual y todo es para siempre
en esta circular polifonía.
 


Realidad

Cuando nos vemos solos y el cuarto donde estamos
nos parece tan frío, tan lleno de humedad,
siempre nos enternece soñar con lo pasado
y buscar la celeste flor de la inmensidad...
Y nos vemos los ojos, infantiles y puros,
y nos vemos las manos cargadas de caricias,
y el jardín del hogar es grande como el mundo
y es hermosa la noche y es extensa la vida...

Que tristes son las horas de esta tarde en mi alma:
se caen las palomas de su rumbo en el cielo,
no hay astros suspendidos en la profunda nada,
mi voz es lluvia lenta que humedece mi anhelo...
Cuánta mar que se aleja perdido en mi nostalgia
y cuánta playa oscura, monótona y desierta...
Qué tristes son las horas de esta tarde en mi alma...
Cuánta voz en la sombra... y cuántas aves ciegas...
Estos días no dicen de mi eterno cansancio,
no dicen del silencio donde mi voz se esconde,
solo hablan del olvido con sus lentos letargos
y del rostro al que le hablo por siempre y no responde...


Hablan de invierno oscuro, de vientos que marean,
hablan de luz herida por puñales de hombre...
Nada dicen del canto donde mi voz es bella
y del sol que, aún niño, vuelve a decir mi nombre...
Cuando nos vemos solos que triste es descubrirse
con los ojos ausentes mirando el horizonte..
 
 
El Último 
I 
Una figura errante camina en la incerteza
nadie lo reconoce, es un eco maldito.
El pasado se torna parte de su belleza
y se esconde en la grieta que dejaron los siglos.

Camina sin ser visto por los ojos que observan
un horizonte gris que se repite siempre.
Fantasmales siluetas dominan las aceras
y él las llama a todas y nadie se detiene.

El camina desnudo por un sendero hermoso
lleno de transparentes y lúgubres espectros.
Tiene una indescifrable expresión en el rostro.

Se descubre de pronto parte de su silencio
y vuelve su mirada a su fatal destino.
La canción del olvido late en su pensamiento.

II 
Imposible se vuelve la canción del olvido
junto a la niebla fría que se forma en su calma.
Imposible la gota de rocío que cae
sobre el gélido invierno que se interna en el alma.

No se escucha el gemido de su lucha inminente,
tampoco el de la sangre que se ahoga en el agua
el color del abismo que se pierde al poniente
ni el inmenso y severo clamor de mil campanas.

Solamente la verde oscuridad del bosque
bajo algunos gorriones que suspiran al alba
se queda junto al viento presintiendo presencias
de seres que se posan en las frondas más altas.

Imposible se vuelve la canción del olvido
cuando la marcha fúnebre de la aurora no pasa.
Imposibles las hojas del otoño ya ido.
Imposible el silencio que llena la mirada.
Primera imagen de Sudáfrica   


Frente al hotel, un lago,
alrededor, cipreses griegos,
altos, delgados,
de un verde muy profundo.
Hay pájaros que jamás había visto,
como venidos de otro tiempo, y su bullicio
es el de una multitud de hace un siglo
o diez siglos. Su plumaje
es como el sedimento
que deja un atardecer sobre otro atardecer.
Lo que veo cuando les veo
tiene la consistencia
que poseen los sueños.

Me asomo a la ventana
y sé que este viento
proviene de la boca del león
y lo que escucho,
aunque no lo parezca, es un rugido.
Sobre el cuerno del elefante crece el alba.
En el lomo del Antílope
huye también el día.

Cuando llega la noche
el lago es el ojo frío
del asesino que espera su presa sin moverse.
Al caminar por su orilla
encontré una rana
que parecía haber muerto hacía mucho,
desde que el limo comenzó
a crecer sobre la superficie

de este lago más lejano
que todo lo que antes conocí.

Aunque no he visto demasiado,
comprendo que África no es Europa,
hacia dónde quiera que mire,
a toda hora, todo parece más real,
incluso el mundo…

Petición

Los años transcurrieron,
la naturaleza cayó a través
de la nieve y las hojas
y nada pudo detenerla.

Mi voz se ha vuelto suave
como el viento que una vez
era una tempestad
y se tornado brisa.

Lo has visto,
las hojas y la nieve han caído
y nada pudo detenerlas
y yo busqué tu voz
y pedía que vinieras hasta mí
para darme consejo
porque habían muchas otras voces
y mi vida cambiaba
y ese cambio era el desierto
en su inmensidad
y mi espíritu
se conmovía ante tal desolación.

Líbrame de los recuerdos otra vez.

Ya me has librado cada noche
pero hay algunos que aún vienen
y golpean como la lluvia
que mina la piedra
y no me deja conciliar los sueños.

Solo espero tu bendición
hasta ver de nuevo en mi rostro
tu propio rostro.
El dibujo

Cuando éramos niños
el mundo era un dibujo.
Algo tan simple.
Un solo trazo que acababa
solo para empezar.

Estaciones o casas o ciudades
subían y bajaban
a través de la línea del grafito.

Tirados en la calle
su frente parecía siempre
llena de algo: pájaros
o astros o mareas incontenibles
que se estrellaban en lo hermoso.

Porque en esos años era todo lo hermoso.

Y nada parecía más grande
que sus pequeñas manos.
Y sus ojos eran
cien kilómetros de gaviotas
hacia el occidente,
y dos tormentas blancas
al cerrarse de pronto,
dos iglesias inmensas en silencio.

Sus brazos caían sobre mí
como una bendición.
Porque su cuerpo era un país
lleno de acantilados
y todo era caer.

Cuando éramos niños,
quiero decir, cuando éramos,
el mundo era un dibujo
y la noche un rumor
y nada sucedía demasiado deprisa,
salvo el invierno.

Su perfume de niño
era una tumba blanca,
y su voz un aliento,
un océano.

Cuando éramos niños,
en ese largo día único
donde aún somos nuestros…


Condenación

El alba que he visto por la mañana
ha sido la última, lo sé.

Las estrellas no saben
lo que esta noche alumbran.

Cuando niño podía distinguir
un astro más brillante que los otros
en la total negrura
y lo creía mío,
esta noche no puedo distinguir
la constelación de Orión
y todas las estrellas me parecen iguales.

Mientras leones hambrientos
me aguardan tras una puerta,
me conducen por un pasadizo amplio
y escucho el canto íngrimo de un grillo
¿será el mismo que alguna vez encerré
en una caja de madera
en mi primera habitación?
¿No han pasado ya demasiados inviernos?

La noche avanza y a mi alrededor
el mundo se derrumba.
Llega la hora.

Ya casi me veo frente a mí.

Acércate, ahora que te llamo,
no dejes  pasar
este minuto largo en que te nombro,
y que la furia venga
destruyendo el honor que creía tener.
Y las olas tocarán mi cuerpo
y la espuma alcanzará mi lengua
hasta que aparezca
de nuevo el alba.