CLAUDIA LARS
Autora de abril 2016
A LA VÍBORA DE LA MAR
Poesía infantil de Claudia Lars
En las palabras iniciales de su libro “Escuela de pájaros”,
la fina poeta salvadoreña Claudia Lars aclaraba lo siguiente:
“Esta selección de poemas es para los niños de mi tierra. Porque
la entrego amorosamente espero que cumpla su propósito esencial: despertar en
la niñez el amor por la poesía.
“No soy una maestra. Por lo tanto, no puedo hablar de
literatura infantil con sentido pedagógico. Tengo, sin embargo, una opinión muy
personal sobre esa literatura y he formado mi criterio a través de largos años
de feliz amistad con los pequeños”.
Sus palabras van dirigidas, en esta ocasión, a “los maestros”,
pero en lo personal considero que son palabras con dedicatoria a padres, y a
todo aquel adulto que vea en la literatura una manera natural de crecimiento,
en los niños y en lo personal.
Al leer pacientemente los tres libros de Claudia Lars, he llegado
a la conclusión que nuestra poeta no ofrece al pequeño la frase dulzona, común,
que enseña buenas costumbres y hábitos; tampoco deleita con la canción saturada
de rimas consonantes, pensada para entretener o “dormir bebés”. Claudia es la
poeta que antepone el asombro, la ternura y la imaginación a todo
encasillamiento gratuito.
Pero para lograr esa empatía entre obra escrita y pequeño,
echa mano –entre otras cosas- a lo mejor de los juegos tradicionales:
“A la víbora, víbora,
de la mar,
por aquí quiero pasar”.
Juego en el que esperábamos que nos preguntaran: Con quién
te querés ir, con san José o con la Virgen. Casi siempre la Virgen terminaba
con cinco pequeños atrás de ella y san José con ninguno.
O bien,
“Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil”.
El momento crucial llegaba cuando doña Ana moría y todos
salíamos a la carrera dando de gritos, y al fondo se escuchaba a un adulto:
¡Shhhhhhh! ¡Vayan a jugar a otro lado!
La magia de esos juegos de infancia nada más sirve a nuestra
escritora para realizar su poema. Sin caer en lo pedagógico, nos lleva de la
mano por ese mundo fantástico que de manera singular plasmó con altura poética.
También se dirigió a quienes escriben para niños:
“Sostengo que quien escribe para niños debe tener como
primer atributo el don de la poesía, aunque escriba en prosa. Sólo el poeta
puede visitar el jardín de los ángeles, y sólo él, cuando se adentra en los
vulgares caminos del mundo, es capaz de cambiar la piedra del barranco en la
tortuga que hace apuestas con tío Conejo”.
Claudia Lars –alta Poeta de América- con su Poesía ha
logrado despertar al niño que dormita dentro de los adultos. Hermoso sería que
ese niño se mantuviera despierto, así el mundo sería más vivible para todos.
La presente selección ha sido tomada de tres de sus libros:
“Casa de vidrio” (1942), “Escuela de pájaros” (1955) y “Girasol. Antología de
poesía infantil” (1962).
Selección poética
A la víbora, víbora…
A la víbora, víbora,
de la mar,
por aquí quiero pasar.
Las olas que se acercan,
las olas que se van,
y detrás de las olas,
las olas más y más…
Escamas de arcoíris,
escamas de metal.
¡Ya se durmió la víbora,
ya quiere despertar!
Camino de mi frente
-caminito especial-
si de mi frente sale,
¿quién lo puede alcanzar?
En menos de un segundo
conoce la ciudad;
en lo que cierro un ojo
por el aire se va;
siguiendo mariposas
deja juegos atrás
y toca, de repente,
la víbora del mar.
Aunque niño me llamo
y no puedo nadar
muchas islas descubro
sentado en mi diván.
Al agua marinera,
que baila por bailar,
sin mojarme la blusa
la puedo atravesar.
Caballito marino,
caballito de sal,
con brida de canciones
te logro sujetar.
¿En dónde llora y llora
la niña tempestad?
¿En dónde crece, rojo,
el árbol de coral?
Iremos galopando
-rataplán, rataplán-
caballo de los tumbos,
que sabes galopar.
¡Qué praderas de espuma!
¡Qué montañas de sal!
¡Qué gigante y qué azul
la víbora del mar!
Ya se durmió la víbora.
Ya quiere despertar.
Nombres
A la mañanita
yo la llamo: Sol…
¡Qué fiesta de luces!
¡Puro resplandor!
Y al pájaro lindo
un nombre le doy
que nadie adivina:
Ángel de la flor.
Sirenita
Si yo fuera sirenita,
por un camino de olas
iría a un mar de arcoíris,
detrás de la noche sola.
Con finos lirios azules
tejería una corona,
un pez sería mi pájaro
y me llamaría Lola.
La casa de vidrio
Puerta de cristal el día,
pared de cristal el aire,
techo de cristal el cielo…
¡Dios hizo mi casa grande!
Ventanas de maravilla
sobre escondidos lugares:
el sendero de las hadas
y el camino de los ángeles.
Cuelgan las enredaderas
sus cortinas de volantes;
la hierba fina es alfombra
de mariposas fugaces.
El agua clara del río
cuaja un puente de diamante;
hay libélulas de nácar
y pececillos de esmalte.
Risa y canto se persiguen
en giros de juego y baile.
¡Columpio del alborozo
entre los gajos fragantes!
Palabra limpia y sencilla
como la flor del lenguaje;
Regazo de la ternura
donde las lágrimas caen.
Trigo de la espiga nueva
para harinas celestiales;
amor que leche se vuelve
en el pecho de la madre.
¡Mi casa es casa bendita,
todo en ella vive y cabe,
y puedo mirar a Dios
a través de los cristales.
Pajarito bobo
Ha bajado del árbol
el pajarito bobo.
¡Siendo el cielo tan ancho
se acurruca en el polvo!
Aunque cantar no sabe
tiene piquito de oro:
para alisar la pluma,
para buscar el piojo.
Mediodía de marzo…
¡Qué parlanchín el loro!
Juegan “a cuatro esquinas”
guacalchías y tordos.
¿Por qué tan en silencio
el pajarito bobo,
con las alas caídas,
con el sueño en los ojos?
¿Piensa en el gusanito,
gusanín, gusanongo,
confite de cumpleaños,
bocadito de antojo?
¿Quiere picar el grano,
beber agua del chorro,
y alcanzar, sin moverse,
la polilla del tronco?
Ninguno tan confiado;
nadie tan perezoso.
¡Habrá que darle cuerda
al pajarito bobo!
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