martes, 1 de noviembre de 2011


JORGELINA CERRITOS


Actriz, poeta y dramaturga
Jorgelina Cerritos
Inició su formación artística en la disciplina de teatro en 1990, habiéndose desarrollado como actriz desde 1993 y como dramaturga desde el año 2000. Además del teatro cultiva la poesía. En el 2004, el Consejo Nacional para la Cultura y el Arte le otorga el título de Gran Maestre en Teatro Infantil por haber ganado el Premio Nacional de Teatro Infantil consecutivamente (2000, 2002, 2004).
Cuenta con el Premio Nacional de Dramaturgia en los años 2007 y 2008- Varias de sus obras han sido llevadas a escena por el grupo de teatro Los del Quinto Piso y presentadas tanto a escala nacional como internacional.
En enero de 2010 gana el prestigioso Premio Literario Latinoamericano Casa de las Américas en la categoría teatro, con su obra Al otro lado del mar. Este galardón la posiciona a la altura de la dramaturgia latinoamericana actual, siendo la primera vez que El Salvador obtiene este reconocimiento para la dramaturgia nacional. Deja de ser inédita a través de la publicación de su obra Al otro lado del mar por la Editorial Casa de las Américas, en la Habana, Cuba.
A partir del Premio Casa de las Américas ha sido invitada a representar a El Salvador en lecturas, charlas y conversatorios sobre su obra y el teatro salvadoreño en diferentes eventos literarios y teatrales, dentro y fuera de sus fronteras. En su producción literaria cuenta además con poemarios infantiles, así como una antología de su creación poética para público joven y adulto. A finales de septiembre 2011, ganó con su obra “Vértigo 824” el  V Premio de Teatro Latinoamericano George Woodyard, que entrega la Universidad de Connecticut (EE UU).

La vieja Virginia

Vive en un portal
de flores silvestres
y un gran matorral.
Viste muy temprano
un gran delantal,
riega campanillas
y un verde zarzal.

Vieja muy viejita
parece de barro
con sólo dos dientes
y el pelo muy blanco.
Voz de pajarillo
temblor en la manos,
de sonrisa tibia
y mirar nublado.

Cada mañanita
pronto se levanta
habla con sus flores
habla con sus plantas.
Luego, al mediodía,
sin ninguna prisa,
frente a la ventana
canta su alegría.

Pero por las noches
ella es más feliz
llegan muchos niños
en tropas de mil,
a oír sus cuentos
a oír sus cantos,
a veces de risa
a veces de llanto
de miedo, de feria
de bebés de encanto
de antes, de siempre
de ciudad y campo.

Y es que las historias
de la vieja amiga
saben a recuerdos
de lejanos días,
cuando ella era joven
cuando ella era niña
correteando al prado
correteando al día.

La vieja Virginia
vive en un portal,
sus dos dientecillos
su gran delantal.
Saca su banquito
y empieza a contar
historias, recuerdos
de espuma de mar.

Pronto, pronto, pronto
ya llega la noche
encendamos ¡pronto!
todos los faroles.
El niño no duerme
quiere sus canciones
que le arrullen pronto
sus ensoñaciones.
Qué dulce descansa
rey de mis amores
cantando a la luna
cantando a la noche.

Pronto, pronto, pronto
ya levanta el día
apaguemos ¡pronto!
tenues lamparillas.


Espantajo juguetón

En el medio de los campos,
colorido y cachetón
pareciera temeroso
espantajo gordiflón.
Rellenito de viruta
descosido el pantalón
sombrerito en la cabeza
y en el pecho un corazón.
No le temen los mosquitos
ni el cuervo, ni el gorrión
los ratones le sonríen
y le llevan requesón.
Pobrecillo el espantajo
calladito y dormilón
¡no funciona en su trabajo!
dice un viejo regañón.
Mas con todos sus amigos,
espantajo juguetón
tarde a tarde se la pasan
de festín y de canción.


Algodón de azúcar

Azúcar caliente
y rueda
melcocha
que te melcocha
aroma
a jarabe rosa
melcocha
empalagosa.
Rueda de caballitos

Caballitos de madera
corriendo
corriendo van,
vuelta vuelta
vuelta vuelta
vuelta vuelta
sin parar.

I

Pobre pobrecillo
el caballo bravo
viejo viejecillo
ni un pelo en el rabo.
Era el más robusto
hoy el más huraño
sólo en sus ojillos
queda luz de antaño.
Vuelta vuelta
sin parar.
II

Caba caballito
llito llito llito
va muy engreído
el caballo rico.
De oro su montura
de oro su relincho
de oro las lisonjas
de grandes y chicos.

Vuelta vuelta
vuelta vuelta
vuelta vuelta
sin parar.

III

Hay un caballito
que ya nadie quiere
casi que no corre
la pata le duele.
Triste su sonrisa
sólo mira el suelo
y aunque corre pronto
siempre es el más lento.

Vuelta y vuelta
sin parar.

IV
Caballito blanco
rete rete blanco
ojos soñadores
con mirar de encanto.



Caballito negro
rete rete negro
dientes apretados
y fruncido el ceño.
Uno va bajando
otro va subiendo
y los dos juntitos
se van deteniendo.

Caballitos de madera
corriendo
corriendo van
Vuelta vuelta
vuelta vuelta
vuelta vuelta
sin parar…

Al otro lado del mar

Personajes:

Dorotea (la mujer)
El hombre (pescador)

La acción se desarrolla en una playa desierta que se supone muy alejada de la población.
En escena, del lado de la playa y sobre la arena, un escritorio y una silla dispuestos para trabajo de oficina. A la derecha y adelante del escritorio, un muelle artesanal en evidente estado de abandono.
Al frente, en la platea, se extiende el mar.
Cuando inicia la acción ella está de pie frente al mar mirando el horizonte. Se percibe incómoda. Él está tras ella, cerca del escritorio, esperando ser atendido.
Después de un instante, ella se vuelve hacia el escritorio y descubre al hombre. Se apresura y retoma el trabajo.

Es la mañana del segundo día.

La mujer: Otra vez usted.
Pescador: Buenos días (ella no contesta). ¿Cómo amaneció?... ¿Durmió bien? (ella no contesta). Yo muy bien, gracias…
La mujer: Por favor, señor, no insista.
Pescador: Esa ropa le queda bien… Mejor que la de ayer. Con unas cuantas perlitas en el vestido le quedaría mejor. Le luce ese color.
La mujer: Debería buscar quehacer.
Pescador: ¿Descansó? (ella no contesta). Los mosquitos de las costas molestan mucho, más si uno no está acostumbrado. Lo mejor es no hacerles caso, luego de tanto se cansan y ellos también se van a dormir, un amigo me contaba que una vez…
La mujer: No me interesa. Déjeme en paz.

Silencio.

Pescador: (Él saca en una bolsita algo de comer) ¿Quiere?... ¿Ya desayunó?
La mujer: Lo que me faltaba.
Pescador: Tome, con confianza… (pausa). El coco es bueno, pero el pan de coco es
mejor. Lástima que aquí no hacen si no eso le hubiera traído. A mí me gusta y además
me acuerda de un amigo. Tenga.
Ella lo ignora, él pone la bolsita en el escritorio y se queda viendo detenidamente a la mujer

La mujer: ¿Por qué me mira así?
Pescador: ¿Así? … ¿Cómo?
La mujer: Así… desde ayer me está mirando así…
Pescador: ¿Cómo?
La mujer: Así
Pescador: No, yo no…
La mujer: No me gusta que me mire así.
Pescador: Pero no la estoy viendo de ninguna forma.
La mujer: Claro que sí y no me gusta cómo me está mirando.
Pescador: Perdone…

Él se aleja y se empieza a desvestir.

La mujer: ¿Qué hace?
Pescador: Me voy a dar un chapuzón.
La mujer: Si se va a dar un… “chapuzón”… debería hacerlo en otro lado.
Pescador: Aquí tengo cerca mi barca.
La mujer: No creo que se la lleven.
Pescador: Nunca se sabe.
La mujer: Entonces traslade su barca a otro lado.
Pescador: Me gusta aquí.
La mujer: Pero hoy hágalo en otro lado.
Pescador: Pero me gusta aquí, el agua está limpia y tengo cerca mi barca.
La mujer: Hay suficiente playa.
Pescador: Me gusta esta playa.
La mujer: Esta no es una playa señor, es mi oficina.
Pescador: De ahí para allá es su oficina, pero de aquí para acá es mi playa.
La mujer: Eso era antes.
Pescador: Yo no tengo la culpa que a la alcaldía se le ocurra venir a poner… “su oficina”, disculpe usted, en un lugar tan…
La mujer: ¿Tan?
Pescador: …absurdo.
La mujer: Por lo menos en eso tiene razón.
Pescador: Ya nos vamos entendiendo.
La mujer: Dios me guarde.
Pescador: Es totalmente absurdo.
La mujer: ¡Quién habla de absurdidez!
Pescador: ¿De qué?
La mujer: De absurdidez. Dícese de ser absurdo.
Pescador: Yo no tengo nada de absurdo
La mujer: ¿Y todavía le parece que no?
Pescador: Si lo dice por…
La mujer: ¿Y todavía lo duda?
Pescador: Señora, por favor. Nada le costaría
La mujer: Ya le dije que no insista con eso. Busque algo que hacer como una persona decente. Como una persona normal.
Pescador: Soy una persona decente y soy una persona normal. Decente y normal, señora. No le hago daño nadie. Vine aquí y le dije buenos días. Le sonreí. Le dije que le queda bien esa ropa y lo dije no para agradarla sino porque me fijé que hoy no anda en pantalones como ayer sino en vestido y que además le queda bien. Se lo dije porque lo noto y porque así lo creo y porque no creo que sea una ofensa decirle a una persona, sólo porque esté mayor, que algo le queda bien. Compré un coco y sólo el agua me tomé para traerle la carne a usted, y esto que bien me imaginé que ni se la iba a comer, aun cuando creo que yo no voy a probar mucha comida este día, porque aquí ni gente hay para venderle pescado, si es que aunque sea peces se hallaran en esta playa. Y luego, cuando le dije que me iba a dar un chapuzón en mi playa evité decirle que es estúpido que le hayan puesto su oficina en una playa y encima sin gente, y en lugar de eso le dije mejor, para no lastimarla, que era absurdo. Creo que todo esto demuestra que soy una persona decente. No he hecho nada indecente desde que viene y la saludé. Y normal, porque todo lo que he dicho y lo que he hecho lo he analizado antes de decirlo y hacerlo y una persona que no sea normal no podría hacer todas esos análisis, señora. Además, la palabra absurdidez no existe.


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